Queridos lectores/as de Horimiya:
Largos años han pasado desde que irrumpieron en nuestras vidas Hori y Miyamura, ocho años de locas desventuras y un sinfín de cariño que han logrado transmitirnos. Algunos lleváis aquí desde el principio, otros no hace tanto tiempo e incluso muchos os habréis animado a conocer esta historia gracias al anime, al que, si no lo habéis hecho ya, deberíais echarle un vistazo, por cierto.

Con independencia de a qué grupo pertenezcáis, este 18 de marzo nos une a todos un mismo sentimiento, en parte tristeza, pero también alegría por una despedida que nunca pensábamos que llegaría tan pronto. Hoy es su día, no habrá críticas, no habrá reproches ni amargura, solo queremos volver a recordar los mejores momentos que nos ha dado este manga. Poder recordar qué es lo que nos ha hecho tan felices este tiempo y agradecer todo lo que han hecho por nosotros. Horimiya ha sido un auténtico refugio de felicidad, de perdón, de comprensión, de amor y de un sinfín de sentimientos que han hecho que por siempre jamás quede grabada en nuestros kokoros.
Una experiencia efímera, dulce, cruel por momentos, que se escapa entre los dedos de nuestra manos. Está cargada de momentos que nos han marcado para siempre y que nunca olvidaremos. Sin embargo, a pesar de la melancolía que nos embarga hoy, creemos que debemos despediros por todo lo alto de Hori y Miyamura. Agradeciendo todo los que nos habéis enseñado, pero ante todo, lo felices que hemos sido siendo parte de vuestra pandilla de amigos tan entrañables durante un año tan crucial para vosotros.


La obra de HERO y Daisuke llega a su fin tras más de ocho años de publicación. A veces nos quedamos solo con los personajes creados, pero estas dos mujeres merecen todo el reconocimiento y respeto por haber brindado al género una de las mejores experiencias que cualquier amante del manga debería experimentar al menos una vez en la vida. Legado eterno el que han sentado y que esperemos sea fuente de inspiración para futuras generaciones.
Un tiempo en el que han pasado demasiadas cosas, sin lugar a duda, y todas ellas provienen de un mismo origen, el momento en el que conocimos a nuestro otaku favorito (o al menos eso parecía), Miyamura. A pocos pasos podíamos ver a la chica más popular de la clase, Hori, en un ambiente totalmente distinto. Dos mundos tan habituados a verse en la realidad que nos hacía pensar que estaríamos ante una obra más del género que no dejaría huella en nosotros, que pasaría igual de rápida que una brisa veraniega, pero cuán equivocados estábamos. Al igual que sus protagonistas, las apariencias engañan, y rápidamente supimos ver una cara totalmente diferente. Nos dimos cuenta de que estábamos ante algo muy especial.


La manera en que se conocieron Hori y Miyamura es uno de los mejores momentos que podemos recordar. Como de un descuido, de una simple coincidencia, sus destinos quedaron ligados para siempre. Demos gracias a que Souta se cayera justo delante de Miyamura, por favor. Una escena en la que no podemos olvidar la reacción que tuvo Hori, hay imágenes de su cara que nos representan a todos la primera vez que vimos a aquel extraño tipo lleno de piercings, tatuajes y con el pelo alborotado. ¿Era realmente su tímido y antisocial compañero de clase? ¿Aquel del que todos rehuían? Pues sí, efectivamente, tras salir de nuestro asombro unas cuantas veces, podíamos comprobar que aquello era cierto. Y así empezó nuestra gran alegría y el comienzo de una linda amistad entre nuestros protagonistas.


¡Un momento! También debemos recordar que aquí, aparte del hermanito pequeño de Hori, pudimos conocer a su intensa compañera Yuna, quienes nos han ayudado a conocer cómo se puede construir una amistad desde pequeños. Aunque, sinceramente, nuestra pequeña amiga no tuvo la mejor entrada, metiéndose con el adorable Souta. Pero poco a poco consiguió enamorarnos a todos.

Pronto ya sería el momento de conocer más a fondo al resto de personajes del elenco principal. Era el turno de Yuki y Toru; no haremos más sangre con las calabazas que recibió de primeras nuestro pelimorado favorito, todavía duele aquel momento. Aun así, nuestra querida amiga ya había aparecido en las escenas iniciales de clase, cómo no, pidiendo apuntes para inglés, no faltemos a las tradiciones.

Tenía la entrada triunfal reservada tras conocer al primo de Hori, ¿a quién? ¿No os acordáis? Por unos días Miyamura se convirtió en un miembro más de la familia, y no metafóricamente. Un auténtico amor platónico por el simple hecho de querer ocultar las apariencias. En un mismo día, Izumi había desvelado su nombre de pila a la madre de Kyoko y se había convertido en el primo de Hori, hay que ver qué rápido iba todo, un día ajetreado, está claro.


Mientras nuestro protagonista se iba asentando en su relación con Hori, nos permitieron conocer un poco más a los miembros de su gran familia, aquellos que hacían el día menos duro y que nos levantaban una sonrisa a todos.

Para entradas contundentes, el premio gordo se lo llevó Remi, quien quizás no hizo todo lo posible para levantar unas buenas primeras impresiones con su artimaña. De igual manera que Sengoku y Sakura, quienes parecían una auténtica pareja de hierro, impasibles ante cualquier amenaza. Poco tardamos en darnos cuenta de que eran puro amor, que otra vez habíamos vuelto a ser engañados por nuestros prejuicios y no les habíamos dado la oportunidad de conocerlos mejor.


Es digno de recordar como simplemente con un par de momentos conseguisteis entrar tan fuerte en nuestros corazones. Al igual que en cualquier amistad que podamos tener, os empezamos a conocer poco a poco, con dudas y miedo, pero con la gran ilusión de saber más sobre vosotros.
Consiguieron transmitirnos sus sentimientos con muy poco. ¿Cómo olvidar la conversación inicial de Remi y Sakura? Y es que, ¿quién no se ha sentido alguna vez inferior al resto? ¿Quién no ha sentido envidia por el prójimo? Difícil negar algo que es prácticamente inherente al ser humano, por eso en esta escena Horimiya no pretendía ocultar para nada esa realidad ni dar falsas esperanzas. Simplemente, al igual que Remi hizo con Sakura, nos mostró su visión, y es que no debemos gustar a todo el mundo, no tenemos por qué ser la persona elegida por aquella que nosotros amamos, no pasa nada, es algo normal. La aceptación de uno mismo, con nuestras virtudes y defectos, ha sido una de las grandes lecciones de vida que esta obra nos ha mostrado por todo lo alto.

Al final, todos estos pensamientos que pasan por nuestra cabeza a lo largo de nuestra vida son por culpa de los prejuicios. Un concepto muchas veces ambiguo, pero tan doloroso cuando es utilizado con toda su fuerza por la sociedad. Pronto lo pudimos descubrir gracias a ti, Miyamura. Tú nos abriste una ventana a tus recuerdos más profundos, a tu trágica infancia y a todo el dolor y la amargura que llevabas contigo. Qué duro resulta cuando te levantas cada día, miras a la calle y sientes que estás solo, que no hay nadie para echarte una mano o para intentar conocerte mejor, cuando piensas que nada podrá remediar este injusto castigo.


Como tú mismo le dijiste a aquel niño lleno de rabia y de dolor, ten paciencia, porque algún día tendrás verdaderos amigos y conocerás a una persona que estará interesada en velar por ti, en protegerte y, sobre todo, quererte. Una auténtica lección de vida y esperanza que para muchos traspasó el papel de pleno.

Porque el pasado es algo que muchas veces queremos dejar atrás, pero que posiblemente siempre nos acompañará, formará parte de nosotros. Un ejemplo que nos lo mostró fue la presentación de Sawada. La trágica pérdida de su hermano y el cómo utilizaba una máscara y su particular personalidad para ocultar su dolor. Sin embargo, esto no le impidió dejarnos a todos boquiabiertos cuanto le declaró la guerra a Miyamura por el corazón de Hori. Algo que no gustaría a todos al ser una rival más en el camino del deseado romance entre nuestros protagonistas, pero esto no fue lo que pasó. Y es que veíamos en Sawada un reflejo de cómo era Miyamura en el pasado. Sawada era alguien que solo necesitaba algo de cariño y aceptación.


No todo podía ser drama: nuestra pareja favorita empezaba a dar pasos agigantados en su relación. Llegaban algunos de los momentos más deseados por la comunidad. Desde aquella primera vez en la que ambos entrecruzan sus manos, pasando por la tierna y sorpresiva declaración de Miyamura. Parece que todo ha ido muy rápido, pero realmente era algo totalmente natural y mucho más cercano a la realidad. Estos actos de amor no tienen por qué ser grandes epopeyas ni que se dé toda la parafernalia previa a la que estamos acostumbrados en otras obras. Aquí tuvimos unas consecuencias lógicas, una forma de actuar coherente que lo único que provocó fue que sintiéramos una gran ternura por esta pareja que aceptaba sus sentimientos aun con los primeros compases de incertidumbre.


¿Quién iba a decir que Horimiya haría que amáramos las películas de terror? No solamente por esos momentos dulces que nos han brindado, sino porque sirvieron como antesala para presentarnos al padre de Hori, bueno, el de todos: el mejor, el más grande Kyosuke por siempre jamás. ¡Cuántas risas nos han brindado sus conversaciones padre e hijo con Miyamura! Ninguno pensábamos que el manga fuera a tener un personaje así y ni mucho menos que guardara relación con Hori. Pero, ante todo, debemos darle gracias a su padre de que fuera el detonante para vivir un momento clave en la obra: el nuevo look de Izumi con el pelo corto. El rompekokoros había nacido, los fan arts empezaban a inundar las redes y todos podíamos ser bendecidos ante semejante belleza.


Bueno, a Hori con sus ataques de celos quizás la idea no le agradó mucho, pero dejando de lado este tema, es digno de alabar todo lo que hubo detrás de este cambio y lo que significaba para él. Se abría una nueva etapa de aceptación, de atrevimiento y de ganas de vivir cada día al máximo: Miyamura había recuperado la ilusión. Debido a esto pudimos ver el primer beso, seguro que ese famoso caramelo con sabor a arcilla nunca antes fue tan dulce. Shindou y su suerte en los concursos, eternamente agradecidos.


Y una vez que Hori y Miyamura comenzaron a salir, ¿cómo olvidar esa confesión tan esporádica y a la vez tan especial?
Empezamos a ver los cimientos del resto de relaciones, las cuales nos enseñaron que las cosas no siempre salen como deseamos, algo que se ha demostrado a la perfección con el triángulo de Yuki, Toru y Sakura. En una misma relación pudimos aprender las dos caras del amor y enseñarnos ese lado tan amargo, tan necesario, tan humano que nos quedaba por conocer. Avanzamos, miramos hacia el futuro como Sakura, y empezamos primero por aceptarnos a nosotros mismos, por querernos, darnos cuenta de que, a pesar de las temidas calabazas, siempre hay gente a nuestro alrededor dispuesta a querernos tal y como somos con nuestras virtudes y defectos.



Eso sí, nunca se debe perder la esperanza de encontrar a esa media naranja, esa persona que nos complementa y nos protege, tal y como Remi y Sengoku supieron mostrar con los primeros compases temerosos de su relación. Como el enamorarse es algo que no elegimos, sino que la vida nos presenta y nos coloca allá donde debemos estar, despierta nuestro interés en la persona adecuada y no en aquella que definen los estereotipos o lo socialmente bien visto.
Sin embargo, amigos y amigas, toca hablar del capítulo 37. Sobran las palabras para describir este momento que vivimos. Rara vez se había mostrado de esta manera una escena de este tipo y en el que más allá del particular morbo, comprendimos que Miyamura había conseguido quererse a sí mismo y Hori había logrado amar, a mostrarse vulnerable, a ser tal y como ella es. De ahí que un momento tan íntimo fuera perfectamente complementado con la escena de Souta encontrando el preservativo, como en apenas un par de miradas se decía tan poco, pero a la vez se transmitía tanto. La inocencia y la madurez nunca antes habían estado tan unidas, uno de los momentos más icónicos e impactantes del manga.




Creemos que hay veces en las que no se le da la importancia que merece a la figura nuestro hermanito favorito. Al final, cuantas más caras seamos capaces de ver, más enriquecedora será la experiencia. Darnos cuenta de lo que puede suponer una relación de este tipo a ojos de tu hermano pequeño.
Una palabra en concreto, experiencia, es probablemente lo que puede definir mejor al nuevo personaje que apareció de repente en nuestras vidas. Un auténtico dios como Yanagi, quien para sorpresa de muchos, y faltando gente en la fiesta, decidió declararse a Yuki de la noche a la mañana. Algo que podría haber quedado como superficial, pero que supo enseñarnos que el amor no solamente es una cuestión de físico, sino que ante todo priman los sentimientos, siendo este el camino que sigue incluso el propio Yanagi. Esto permitió, aunque de una manera quizás no deseada por todos, que pudiéramos ver como Tooru y Yuki empezaban a salir de manera ficticia, pero oye, que nos quitaran lo bailado después de tantos capítulos viendo a Yuki sufrir.

Ay, nuestra Yuki, pobrecilla. Hasta que no dejábamos nuestro apropiado tiempo de reposo, no nos dábamos cuenta de cómo Horimiya siempre ha sabido llevar a la perfección el tema de las personalidades y de los secretos más íntimos de cada uno. Una persona incapaz de expresar lo que quiere, de hacer valer sus preferencias, sus sentimientos. Una nieve que se derrite rápidamente ante cualquier persona que se interpone en su camino, eso era Yuki. Pero por primera vez pudimos ver su sonrisa de felicidad auténtica, ese brillo en su mirada que nos delataba que por fin había conseguido mantenerse firme, gritar a los cuatro vientos «¡Aquí estoy yo y voy a luchar por mis sueños!». Era feliz, aunque solo fuera por unos nimios instantes, y no vamos a negar aquí ninguno que hubo más de una lagrimilla derramada.

Con todo esto sobre la mesa y el grupo principal presentado, era el momento del típico festival deportivo. Una vez más, el objetivo se centró en la figura de Miyamura. Antes él solía rehuir este tipo de acontecimientos, ya sabemos lo que pasó en su momento con la clase de natación. Sin embargo, en esta ocasión Hori fue clave para alentarle a participar en algunas de las pruebas, pero ante todo a superar uno de los últimos miedos y barreras que todavía le quedaban. No es un arco en el que sucedieran grandes giros dramáticos ni románticos, pero sirvió para hacernos querer un poquito más a cada uno de ellos, ser partícipes del día a día, de esa alegre juventud que tanto merecían. Además, este evento nos regaló algunas de las mejores ilustraciones hasta la fecha, por lo que pocas objeciones podemos poner al respecto.


Quizás este era el último paso para acabar de dejar a un lado su pasado, perdonar a todos aquellos que le hicieron desear quitarse la vida, los que le arrebataban la esperanza de seguir luchando todos los días. Cuando un simple cuarto, unos pocos de metros se convierten en nuestro mayor refugio, en nuestro salvavidas alejado de cualquier realidad, una simple jaula para un amigable conejo solitario. Uno al que solo observan, humillan y en ningún momento tienen en consideración, simplemente lo apartan, lo desplazan a una esquina dejando que pase el tiempo, sin darse cuenta de su existencia.


¿Quién fue el responsable de empezar todo aquello? ¿Acaso hay una explicación racional a este tipo de fenómenos? Nos sentimos solos, incapaces de obtener una respuesta ante por qué estamos viviendo esta pesadilla interminable. Al final lo único que importa es donde tengas a tus amigos, pero cuando no tienes a nadie, es indiferente diferenciar entre lo que es dentro y lo que es fuera.
Gran momento en el que nos brindó este capítulo, el último del pasado de Miyamura, la pieza final para entender todo el puzle de su infancia, lo que lo hizo ser como es, lo que estuvo a punto de arrebatarle la vida como a aquel pobre conejo olvidado por la indiferencia de la sociedad, por la cara más amarga del ser humano.
Pocas veces un acto tan sencillo como el perdón es capaz de significar tanto. Miyamura fue capaz de hacerlo, de comprender el arrepentimiento de Tanahiro. Entendió lo que sentía y por primera vez miró hacia adelante, porque en el fondo no había ninguna razón para que ellos dos no pudieran ser amigos.

Vaya subidón de emociones que tuvimos cuando ya habíamos superado el ecuador del manga, estaba claro que la felicidad del festival deportivo sería efímera y era la antesala para uno de los momentos más impactantes y emotivos que hemos podido vivir a lo largo de la obra. Por lo que, dándole un merecido descanso a nuestra pareja protagonista, tocaba un poco de salseo: saber más acerca de la relación que estaban viviendo Toru, Yuki y Sakura. Ya hemos repasado lo que sucedió inicialmente y la excelente presentación que se hizo de este triángulo. De todas formas, a título personal, pensamos que lo que de verdad hizo interesante esta situación no fue el simple morbo romántico, sino la manera que tiene de presentarnos las dos caras del amor, algo que es totalmente necesario.

Sin embargo, parece que a nuestra Yuki le costó llegar a comprender esta idea, e incluso cuando Tooru se declaró de una forma tan peculiar, ella seguía encasillada en sus pensamientos. Una de las escenas más esperadas por todos, porque esa farsa que habían ideado de empezar a salir por culpa de la declaración de Yanagi, ya se estaba extendiendo demasiado, ¿verdad? Tal y como titula uno de los capítulos donde son protagonistas, estábamos presenciando un antes y un después.
Una declaración de lo más particular y emotiva por parte de Toru justo después de conocerse que Sakura le había confesado su amor, aceptando no solo sus sentimientos, sino que el corazón de su deseado le pertenecía a otra persona. Siempre tendremos sus palabras guardadas para el recuerdo, cuando todavía, aun sabiéndolo todo, Yuki se seguía negando a expresar sus verdaderos sentimientos hasta que se sucedió este momento:


«¿Estás diciendo que los cerezos (Sakura) han pedido a la nieve (Yuki) que se derrita?»
Simplemente precioso, no hace falta añadir nada más a todo lo que estos tres personajes nos han enseñado sobre el amor.
Cada uno podíamos tener a nuestra favorita en su momento, o quizá a ninguna de las dos, pero siempre comprendíamos el pesar y el sentimiento de los tres. La decisión final era simplemente una mera consecuencia del transcurrir de los acontecimientos. Esto era mucho más trivial que la auténtica solución a la que llegan ambas chicas, a quererse cada una tal y como son, y a luchar por lo que quieren conseguir en la vida.
Tras un poco de penumbra siempre viene la deseada luz, y esa en esta ocasión nos vino con un gran capítulo con el día de Navidad como protagonista. Más que como un momento para aportar romanticismo o algún tipo de pico dramático, resultó ser mucho más liviano para la salud de nuestros corazones. Aunque esa escena final de petición de boda, no vamos a negar que, aun siendo típica, nos hizo que nos diera un vuelco al corazón y que, si todavía se podía llegar a querer más a Hori y Miyamura, nosotros éramos los primeros echando más leña al asunto, para qué nos vamos a engañar.


Si hay algo que se supo aportar a través del particular estilo cándido de Horimiya fue el de asentar las diferentes relaciones, no solamente en un plano romántico, sino también en cuanto a la amistad. Por ejemplo, la escena de Sengoku siendo incapaz de ir a la casa de Remi es cuanto menos cómica, pero eso desemboca en la parte tan bonita que tiene con Sakura, el darse cuenta de que puede que ese día no todos lo celebren, puede que no tengan pareja o estén pasando por una ruptura. Recordemos que en la cultura japonesa este día tiene un marcado carácter romántico, de ahí la dureza de estas palabras y lo que significan. Pero Sakura no estaba sola, ninguno lo estamos siempre que tengamos gente a nuestro alrededor que nos quiera y se interese por nosotros. No debemos dejarnos derretir tan fácilmente, sino que tenemos que aspirar a ser el copo de nieve más brillante del parque.
Al final está bien que podamos llegar a encontrar a esa persona que nos complemente, pero con el paso de los capítulos Horimiya también se preocupaba de no poner el foco solamente en este punto. Los amigos son al final la familia que nosotros escogemos, aunque no siempre es tan fácil como parece. Es importante recalcar y darnos cuenta de la fraternidad de hermanos que ha conseguido tener Miyamura después de tanto sufrimiento en su infancia. ¿Quién le iba a decir que se llevaría tan bien y podría llamar amigos de verdad a Sengoku, Tooru, Iuura o Yanagi? Todos tan distintos entre sí, pero unidos hasta el final. Simplemente estos capítulos en lo que están solo los chicos, riéndose, haciendo el tonto, son de lo mejor que hemos tenido, el contraste con no hace tantos años y la realidad actual hace que nos resulte difícil no emocionarnos un poco.

Porque estos chicos, más allá de los tres que suelen ocupar los momentos estelares, no son los únicos que han aportado grandes mensajes a la obra. ¿Quién de nosotros hubiera imaginado a Iuura en modo hermano sobreprotector cuando parecía el chico más despreocupado e hiperactivo del lugar? Otro tipo de amor fraternal se nos mostraba, distinto al que habíamos visto hasta el momento con Hori y Souta. Unos capítulos que nos permitían conocer su cara oculta, su vida más personal y que, al final, quizás se puede llegar a la conclusión de que los que aparentan ser los más alegres no tienen por qué serlo en todo momento. Una persona completamente seria al cuidado de su hermana, preocupado por lo que le suceda con sus exámenes de acceso, protector con todo lo que le pueda causar algún daño.
Esa figura paternal que ostenta en su casa al verse obligado por las circunstancias fue algo que a muchos nos sorprendió viniendo de él, pero que, sin duda, nos hizo ver una vez más que no debemos prejuzgar a alguien por las apariencias, no debemos hacer juicios de valor que no sean acordes a la realidad. Tenemos que intentar conocer del todo a las personas, esforzarnos porque nos abran sus puertas de par en par.

Realmente fue todo un placer conocer más sobre Iuura, ya que en muchas ocasiones parecía el único del que no se profundizaría tanto y se dejaría en un plano algo más secundario al no tener ningún tipo de interés romántico, pero damos gracias por estar equivocados y a HERO por tener el bien el crear este mini arco para poder conocerle mejor.
La misma tónica hacía falta con Yanagi, y más al ser el último integrante de este grupo tan peculiar que nos ha robado el corazón. No de una manera tan centrada como Iuura, pero sí lo suficiente como para entender mejor su personalidad. Jamás una parada de autobús fue tan importante para una persona. Una que es la dulzura y la inocencia en persona, aquella que nunca se queja de nada y que tiene siempre una sonrisa preparada para todo el mundo.
A partir de su declaración a Yuki se podría haber pensado que había perdido una esperanza más para encontrar sentido a su vida, pero más bien todo lo contrario. Todavía no se había dado cuenta de que ya no habría más esperas del bus en solitario, ya no tendría que pedirles a sus padres que le recogieran, ahora tenía amigos, era parte de una nueva familia. Al igual que había encontrado a alguien con quien era capaz de compartir su pasión por el manga, Sakura. Como su mayor deseo al fin se había cumplido, por fin era realmente feliz.


Es muy importante esta idea que siempre ha resaltado Horimiya, no solo está bien y resulta primordial el quererse a uno mismo, sino que a veces es importante que los demás también nos lo hagan saber. Por ello, siempre nos ha gustado mucho la escena que tiene Hori en casa de Shindou, cuando este, aprovechando que Miyamura se va de la sala de estar, le pregunta acerca de qué es lo que le gusta de su novio. Cómo no, le resultaba cuanto menos difícil el no morirse de la vergüenza y reconocer qué es lo que hizo enamorarse de él. Sin embargo, y a pesar de las dificultades (y por primera vez si no recordamos mal), Hori fue capaz de decirle unas palabras tan sencillas pero que a la vez significaron tanto para Izumi: «Me gustas».


Mismo caso pudimos ver a los pocos capítulos con Remi y Sengoku. A pesar de que él pueda aparentar ser más frío que ella y seguramente mucho más vergonzoso, no tuvo ningún reparo en concederle a Remi poder pasear por la calle cogidos de la mano e incluso fundirse en un sentido abrazo. Una de las relaciones más sanas y bonitas que nos ha brindado Horimiya, y que nos da a entender que los seres humanos en ocasiones necesitamos muestras de afecto, sentirnos queridos por aquella persona por la que estamos dispuestos a compartir el resto de nuestras vidas.



Sin embargo, esta recta final del manga nos ha enseñado que no solamente la vida se caracteriza por grandes momentos positivos o negativos, sino que también hay belleza en lo cotidiano, en la rutina, en el día a día con tus amigos y familia. Escenas con Kyosuke en casa probándose un simple chándal para ver si a Hori todavía le venía (quién no ha hecho esto alguna vez), jugando los dos con Souta a ser viajeros interespaciales.

Además de esos pequeños momentos que han compartido Hori y Miyamura, simplemente descansar en su regazo o estar en silencio los dos juntos es suficiente para mostrar lo que posiblemente sea el verdadero amor, lo que tanto nos ha gustado siempre de Horimiya. No solo nos transmitían ternura, sino que era un lugar que nos permitía reír, disfrutar del confort que nos otorgaban, compartir una misma felicidad.
Aunque parezca una tontería, uno de los capítulos que más nos ha gustado de la recta final es el número 101, ese día de nieve en el que todo estaba tan resbaladizo en el que, cuanto menos, era complicado poder dar dos pasos sin caer. Como poco a poco se van encontrando con sus amigos y como van por grupos ayudándose para poder avanzar mejor, o cuando tuvieron que ayudar a Tooru a encontrar la cartera que había perdido.
Hacen que las relaciones se fortalezcan, que superen obstáculos. Pequeños momentos que nos ayudan a entender que nuestros amigos estarán ahí para prestarnos una mano en todo momento y con cualquier cosa sin importar la nimiedad que pueda parecer. Son esos pequeños gestos, sencillos, los que nuestro grupo favorito cumple a la perfección. Porque al igual que acabó reconociendo Miyamura, esa manera de ser, de cuidar a sus amigos, es lo que ama de Hori.
Muchas veces no queremos volver atrás, queremos avanzar hacia nuestra felicidad con la gente que nos quiere, de ahí la escena de Shindou pidiéndole a Hori que cuide de Miyamura, para que no vuelva a perder la esperanza en la vida. Se refleja perfectamente en el capítulo en el que Hori se enfada porque Miyamura no quiere dejarse cerrar los agujeros de los piercings. ¿Es una actitud justificada? Seguramente no, pero representa ese miedo que tiene ella de perderlo, un tanto posesivo, podrían citarlo algunos, o incluso tóxico, pero eso es lo que aprecia de su relación. Alguien que no está dispuesto a que vuelvas a caer en la penumbra, que no vuelvas a sentirte solo.






Pequeños detalles como los que se muestran en ese último día de San Valentín que hemos vivido en el manga son los verdaderamente valiosos. No solamente vemos el gesto entre la pareja protagonista, sino también hacia sus amigos, hacia todas esas personas que son importantes en sus vidas, los actos que las definen.
Al igual que nos han maravillado estos últimos capítulos, mostrándonos a un Souta y una Yuna de la misma edad que tienen en la línea principal los protagonistas. Vemos cómo el pasado ha influido en sus comportamientos y en su forma de ser. Sus padres 20 años atrás fueron los primeros en consolidar los valores que traspasarían a las siguientes generaciones.


Un destino que esta por descubrirse y del que nosotros ya no podremos ser espectadores, al menos de momento. Esta graduación marcará un antes y un después no solo en la vida de estos personajes, sino también en la nuestra. En cada uno de nosotros quedará un legado que será eterno.
Como conclusión, y aprovechando uno de los últimos momentos más emotivos que ha tenido la serie, ¿no os habéis preguntado alguna vez qué habría pasado si nunca hubierais descubierto este manga? ¿Si las cosas no hubieran sucedido de igual manera? Nos gustaría quedarnos con una frase en especial que se puede aplicar a nosotros como lectores:
«Pienso que el mundo poco a poco me habría empujado hacia el lugar donde quería estar»

Hasta siempre, Horimiya, gracias por todo…

雪は溶けない,さようならみんな!
Un gran articulo sobre esta fantastica obra.
¡Muchas gracias! Nos alegra que te haya gustado así ponemos nuestro granito de arena para despedirla como se merece
Muy bello el articulo, me produjo un gran sentimiento de nostalgia, hasta siempre Horimiya, y muchas gracias a los escritores o escritor de este increíble articulo:)
la verdad es que me hubiera gustado otro final este fue tan no se me quede vacia esperaba almenos ver su boda como el se lo propuso o algo pero wey