¡Hola, seguidores de Hanami Dango! Hoy os traemos la obra Los Dioses mienten, un manga de Kaori Ozaki, quien también es autora de El Príncipe del Mar, The Golden Sheep y La vida del señor Murata-San, publicado el año pasado. Sin embargo, lo que Ozaki ha conseguido reflejar y proyectar con Los Dioses Mienten es, para nosotros, indiscutiblemente insuperable.

Una aventura desde los ojos de unos niños de primaria que Milky Way Ediciones trae a nuestro país.
Natsuru es un niño de primaria que aspira a convertirse en un buen jugador de fútbol en la liga japonesa. Una mañana en el colegio, una de las niñas más populares de la clase le declara sus sentimientos hacia él. Casi sin pensarlo, Natsuru huye de la situación, rechazando el regalo y, por ende, los sentimientos de su compañera, dejando a toda la clase sorprendida por su reacción.
A partir de esa mañana las niñas de su clase no le dirigen la palabra y, aunque esto incomoda un pelín a nuestro futuro futbolista, ¿por qué va a preocuparse por esa tontería cuando tiene amigos y fútbol?

Natsuru vive con su madre. Su padre falleció cuando él era más pequeño a causa de una enfermedad. Desde entonces solo se tienen el uno para el otro. Aunque su madre haga malabares entre su trabajo y su maternidad, siempre está cuando Natsuru necesita ser rescatado. Una tarde antes de volver a casa, Natsuru se encuentra a un gatito abandonado y decide llevarlo a casa, pero hay un problema… El pequeñín no puede quedarse con ellos. Su madre es alérgica al pelaje de los gatos.
Cuando Natsuru estaba a punto de salir de su portal, escondiendo al minino, se encuentra a una compañera de clase, Rio Suzumura, una chica muy alta, seria, responsable y distante, acompañada de un niño mucho más pequeño.
Empieza una aventura de secretos y lealtad en plena infancia.


Kannon, Diosa de la Misericordia
Esa noche, Natsuru conoce al travieso y cariñoso Yuta, el hermano pequeño de Rio. Con la esperanza de que los hermanos se queden al gatito, los acompaña al supermercado. Observa de manera admirable como Rio, para ser tan pequeña, lleva una libreta de cuentas donde va notando todos los gastos.
Una vez hecha la compra, acaba en casa de los hermanos.


La casa de Rio y Yuta poco tiene que ver con la casa de Natsuru. Es silenciosa, vieja, oscura y con un ambiente pesado y solitario. Finalmente, Rio le confirma que se quedarán con Tofu, el pequeño gatito blanco.
—¿Seguro que no habrá problema? ¿No te dirán nada tus padres? —pregunta Natsuru.
—Nosotros dos… vivimos solos. Guárdanos el secreto, por favor. No se lo digas a nadie. —le pide Rio, con una seriedad casi plasmando tristeza.
De camino a casa, Natsuru se encuentra con su madre, que lo ha estado buscando desesperadamente. Junto a ella, contempla la escena panorámica de casitas familiares llenas de luz. ¿Cuánta soledad pueden aguantar dos niños?


En las vacaciones de verano, Natsuru se cansa de las impertinencias de su nuevo entrenador de fútbol y acaba golpeándolo con el balón. No solo suelta comentarios hirientes hacia nuestro protagonista, sino que además no tiene el espíritu humilde y de líder que caracteriza a su antiguo y ausente entrenador, el cual Natsuru admira profundamente porque le ayudaba a creer en sí mismo para alcanzar sus sueños.

Desanimado, decide no molestar a su madre y huir de casa hasta que termine el campeonato de fútbol. Bajo un árbol, sentado en un banco comiendo el almuerzo que le ha preparado su madre, Rio lo encuentra. Le pregunta qué hace comiendo solo en lugar de estar camino al campeonato. Natsuru se queda casi en blanco y, sin pedirle demasiadas explicaciones, Rio lo invita a ver lo grande que se ha hecho Tofu.
Es en este punto donde Natsuru convivirá con los hermanos, conociendo sus gustos, su rutina, su manera de sobrevivir ante la soledad y el anhelado regreso del padre de Rio y Yuta. Esta ausencia se debe al trabajo de temporada en Alaska para pescar cangrejos. Por ello, Rio se dedica a su hogar al 100%. Cocina, limpia, cuida de su hermano, hace la compra, gestiona la economía, pero además, intenta estudiar para llegar a secundaria. No tiene tiempo de jugar con sus amigas. Y para su corta edad, siempre parece seria y nostálgica. Ha tenido que crecer demasiado rápido.
Su madre los abandonó y su padre tuvo que ir a trabajar al extranjero. Debe cuidar que nadie se entere de que Yuta y ella viven solos. Solo se lo ha confiado a Natsuru, por el que empieza a sentir ciertos sentimientos desconocidos que ella no sabe gestionar, salvo con cierta distancia y serenidad. Y es que, la rutina de los días junto a Natsuru, consiguen que Rio conecte con su infancia robada.

Jizo, protector de los niños
Una mañana de improviso, Rio levanta a Natsuru con tanta espontaneidad que sorprende a nuestro protagonista. ¡Por la noche llegará el padre de Yuta y Rio y todo tiene que estar perfecto! La cena está preparada, la casa lista y ellos están totalmente listos para recibir a su padre. Rio está emocionada porque significa que, con la llegada de su padre, podrán ir al festival en familia.
Pero su padre no aparece. Y los fuegos artificiales comienzan. Inmensa en una tremenda decepción, Rio sube a su cuarto y aparece ante los chicos con su yukata. Irán al festival. Con padre o sin él. Con lluvia o no. Porque esa noche es por y para ellos. Los tres protagonistas se evaden de toda tristeza, desilusiones y del mundo. Rio experimenta unas pocas horas lo que es ser una niña corriente de primaria. Lejos de las tareas, las obligaciones y la soledad. Mojarse bajo la lluvia sin miedo al qué dirán. Reír en voz alta. Estornudar hasta sacarse los mocos, correr sin miramientos y agradecer una noche como esa, en compañía de su hermano y su fiel confidente.
Pero todo se desvanece cuando, al llegar a casa, Natsuru descubre el aterrador secreto de los hermanos y, por ende, no da crédito al terrible peso emocional que Rio está aguantando en soledad. ¿Cómo unos niños tan pequeños harán frente a este horrible secreto?


Opinión personal
No podemos reseñar más el último capítulo porque es increíble cómo la autora da un giro de 180 grados y la historia toma un rumbo totalmente diferente. Desde este anterior punto, el secreto de los hermanos traerá consigo la llegada de un cambio injusto, pero necesario.
El debate individual de lo que está bien y lo que es justo. La rabia de no poder cambiar estas situaciones desde tu posición, el ritmo frenético del sensacionalismo y la impotencia diaria de saber que seguimos dando la espalda a casos similares. El lector absorberá todo esto y mucho más.

Jizo es el dios protector de los niños en Japón. En el folclore del país nipón, este dios protege las almas de los bebés en el más allá. Cuando una madre entierra a su hijo o hija, el cauce de los ríos conduce sus pequeñas almas hacia el sonriente y protector Jizo. Los niños llevan trajes blancos en ese recorrido y, cuando son asustados por los malos espíritus, Jizo sale en su encuentro para protegerlos y secarles las lágrimas, para luego jugar eternamente.
Pero, en esta obra, Jizo se personifica en un niño de primaria porque los adultos son incapaces de proteger a Rio y Yuta. Natsuru consigue sacarles sonrisas a ambos e intenta proteger los sueños de futuro de sus dos amigos. Pero el cauce del río tenía otros planes. Y los malos espíritus poco entienden de empatía.

Este manga se ha convertido en una de nuestras obras favoritas y es superrecomendable. El desenlace tendrá al lector con un nudo en la garganta hasta llegar a la última página. Porque sin duda alguna, el mundo de los adultos es complicado y muchas veces, ese caos llega a los más pequeños.
Y en nuestras manos está trabajar por un mañana mejor para ellos, donde la empatía sea la vista más aguda, y así iniciar un cambio en la vida de algún Yuta o alguna Rio que lo necesite. Aunque solo sean palabras, trabajemos juntos en un futuro donde los dioses no vuelvan a mentir.
¡Y hasta aquí llega nuestra crítica a Los Dioses Mienten! Recordad que podéis uniros a nuestra comunidad de Discord, así como apoyarnos de forma directa a través de Patreon y nuestra tienda online. Nos vemos en el siguiente post, ¡hasta pronto!